Associació de Mestres Rosa Sensat y Magenta Universal Produccions, colección Mars
1ª edición: febrero 2009
24 páginas
Última palabra: ésser-ho. [serlo].
Sinopsis:
...una cosa és que hom jugui a convertir un raspall en un gos i una altra cosa ben diferent és que la transformació es produeixi de bo de veres.
[...una cosa es que se juegue a convertir un cepillo en un perro y otra cosa bien distinta es que la transformación se produzca de verdad.]
Un cuento que recuerdo haber leído mucho en el colegio y siempre me pareció una historia muy tierna y muy bonita.
Una historia llena de emoción y fantasía que considero que para los lectores más pequeños se queda en la superficie, es decir, en la magia de que un objeto inanimado cobre vida de verdad, juego al que juegan muchos niños, que se aferran a algo y lo llevan a todos lados y le hablan usando su imaginación.
Pero en este libro nos explican el motivo de esa magia, algo más profundo, un sentimiento que tiene el niño y que necesita expresar porque como dice aquélla canción, tiene mucho amor que dar, le han arrebatado el destinatario de ése amor y necesita un sustituto porque si no la vida no tiene sentido. No quisiera llevarlo ni pretendo decir que se base en una dependencia emocional, sino que como seres sociales que somos necesitamos compartir con otros seres nuestras alegrías y nuestras penas y creo que como niños más todavía para aprender a relacionarnos, sobretodo a través del juego.
En un libro tan corto vemos una clara diferencia del mundo mágico de los niños y la seriedad de los adultos, una diferencia que puede que no todos los niños sepan ver, pero sí que puedan sentirse ofendidos si no reciben el apoyo de sus padres en sus fantasías.
Las ilustraciones de Carme Solé Vendrell nunca me acabaron de gustar aunque no sabría decir el porqué, pero reflejan claramente los años 80 con sus ropajes, sus muebles y sus decoraciones, cosa que agradezco porque no deja de ser un viaje al pasado en todos los sentidos.
Puede que mayormente hable llevada por la nostalgia, pero Raspall siempre ha permanecido en un huequito de mi cabeza junto a otros perros "famosos" de mi infancia como son Brillant (de Enric Larreula, que tengo ganas de volver a leer), Kàvik (de Walt Morey, que también deseo releer) y Rovelló (de Josep Vallverdú, que también caerá en algún momento).
Me han entrado ganas de leerlo al ver tu comentario. Yo de pequeño tuve una etapa de llevar siempre encima conmigo una figurita de dinosaurio (aún la conservo) como si fuera un amuleto. Llegué a tumbar a puñetazos a un niño de seis años que intentó quitármelo en el patio del colegio. Me es muy difícil explicar lo que sentía hacia esa figurita y porque, sin extenderme mucho y sacar a relucir muchos otros temas, pero fue un apoyo muy importante en mi vida en ese momento.
ResponderEliminarPD: como lo de pegar a un niño de seis puede sonar mal, en mi defensa diré que yo tenía cinco y a esa edad un año se nota mucho. Para mí aquel niño era un gigante, pero mi dino era sagrado.
No te preocupes, yo también repartí ostias como panes en alguna ocasión de pequeña (no recuerdo las edades). En la biblioteca hay que mantener las formas, no hacer ruido y no molestar a los lectores, pero no nos escandalizamos con nada a estas alturas.
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